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CINESTUDIO CALIFORNIA
 
Sherezada vivi
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ATRACO A LAS TRES (O EL PRIMER TR
Posted:Oct 26, 2009 9:59 am
Last Updated:Dec 12, 2009 9:56 am
3910 Views

In illo tempore, cuando solamente se intuía el potencial de Internet como fuente de contactos y relaciones personales y Meetic y derivados todavía no habían sido paridos, las revoltosas y revoltosos del mundo teníamos que acudir a los anuncios por palabras para entrechocar nuestras antenitas más o menos alegremente y con mayor o menor fortuna.

Nuestra ya amiga Shakti, empeñada por naturaleza en que sus fantasías nunca permanecieran en ese estado más tiempo del imprescindible, colocó su advertisment solicitando un trío, dos hombres y ella, una fantasía clásica, corriente, chupadito ‒supuestamente- para hoy día. Un trío con heterosexuales que no iban a tener roce entre ellos.¿Quién no ha hecho un trío a estas alturas, a ver, que levante el dedo? ¿Y si lo ha hecho, con la mano en la entrepierna, ha sido realmente satisfactorio o una chapuza más o menos alentada por las expectativas de cada uno? ¿Más el morbo que rodea a la situación que el placer real, mejor dos que uno o una….? Sólo Alá que es más poderoso lo sabe… O Buda, Yahvé o incluso la Pachamama, que también muy potentes.

Shakti, hermana al fin de Eva, quiso saber también y probó del árbol de la sabiduría de los tríos.

Hete aquí que se le inundó el buzón del mail con montones de candidatos, en solitario y de dos en dos. Shakti leía, descartaba los que le parecían poco serios, muy groseros, iba pidiendo fotos, se le volvía a llenar el buzón, hacía lo mismo y pensó que con aquella generosa participación su deseo iba a poder ser cumplido no una, sino varias veces. Finalmente, se decidió a escoger varios dos-juntos y varios de-uno-en-uno y fue llamando por teléfono. Los individuales presentaban variantes: los que se apuntaban a un bombardeo pero a medida que iban hablando iban retrocediendo posiciones e intentando cambiar la situación ofertada para conseguir un careo con Shakti a solas, con lo cual se notaba con toda claridad que en el fondo no querían un trío y que en realidad lo que deseaban era estar con una mujer para ellos solos, y luego estaban los que no creían para nada que Shakti fuera real, y a pesar de que ella daba pelos y señales de sí misma y todo tipo de seguridades, no conseguía convencerlos de que no había trampa ni cartón, y finalmente se conformaban con escuchar la voz de Shakti por teléfono sin decidirse a conocerla y mucho menos con otro desconocido. No se atrevían a cruzar la delgada línea que separaba su fantasía de la realidad, así que finalmente ningún de-uno-en-uno se atrevió.

“Bueno” -empezó a pensar nuestra amiga- “…Pues esto va a ser más complicado de lo que parecía al principio. Mucho ruido y pocas nueces… Voy a tener que montar un consultorio psicológico como siga a este paso en lugar de hacer un trío para convencer a los aspirantes a “trieros”… - En ese momento intentó dar un giro al asunto y pensó que tal vez, aunque aparentemente los hombres sean tan seguros y estén tan deseosos de tener sexo, ofrezcan más reparos cuando tengan que compartir a una mujer con un desconocido… - “Es razonable, pensó Shakti… a mí me pasaría, solo que yo no me he apuntado a un trío con otra mujer… En fin, quizá si hablo con los que ya se conocen, con los que se ofrecen de-dos-en-dos, cambie el asunto”.

Dicho y hecho pero sucedió algo parecido. A base de paciencia Shakti consiguió convencer a dos hombres que eran amigos y que se conocían perfectamente. Quedaron en El Parador de la Moncloa, mítico lugar desaparecido y sustituido por un McDonald’s que probablemente alguien que esté leyendo este cuentecito haya llegado a conocer, con la sana intención de acercarse después a los también emblemáticos y afortunadamente no desaparecidos apartamentos de la plaza de Los Cubos, al principio de la calle de La Princesa. Después de una caña y una larga conversación, uno de los dos caballeros, hombre robusto y dicharachero, simpático, con perilla, joven y casado, que comentaba continuamente lo mucho que se divertían su mujer y él insultándose mientras practicaban sexo, intentaba convencer a su amigo de que fueran a los apartamentos, de que allí no había nada raro, que lo que Shakti estaba diciendo era la verdad pura y dura, ya que nuestra amiga había agotado su saliva y su paciencia y ya no sabía qué más decir para tranquilizar tanta desconfianza. Que si, que era verdad, que ella no les pedía nada más que pasarlo bien, que era una fantasía, que ella no era ningún bicho raro, no estaba enferma ni mal de la cabeza, no les iba a pedir nada, no les iba a comprometer en nada y que la habitación la pagaban a medias…

Cogieron un taxi pero en el corto trayecto que separaba El Parador y la plaza de Los Cubos, el individuo desconfiado se asustaba cada vez más y más… Al bajar del taxi todavía creía que aquello era una especie de broma y de nada servía lo que de decía su amigo. A Shakti se le acabó la paciencia y finalmente, le dijo: “De tanto pensar que esto no es posible, has hecho que de verdad no lo sea para tí. Me voy, me marcho, hasta luego, me has llegado a aburrir del todo”.

Y allí se quedaron, el amigo de la perilla manoteando y diciéndole al otro que era un idiota, que lo había estropeado todo… Y él bloqueado, parado….

Shakti se armó de paciencia. Quién le iba a decir a ella que le iba a resultar tan difícil ver realizada una fantasía. Siguió hablando y contactando y finalmente dio con un caballero madurito muy decidido, al parecer muy experto, acostumbrado y al que no parecía sorprenderle la proposición. Decía que tenía un amigo sorprendente, así que nuestra cuentacuentos favorita pensó que aquello tenía muy buena pinta y les citó en la propia plaza de Los Cubos.

Memorable encuentro sin duda. El caballero español de mediana estatura venía trayendo consigo a un senegalés de dos metros que le seguía sonriente, sin entender casi nada, como mulo al que llevase con ronzal. Presumía el hombre del buen hacer propio, de su experiencia y de lo contentas y agradecidas que se le mostraban las féminas cuando actuaba con su satélite de color. Al mismo tiempo comenzó a pregonar las virtudes de su acompañante, su fortaleza, su aguante, la longitud de su lingham… El mercader no necesitó enseñar los dientes de la pieza ofertada a Shakti, porque el hombre estaba continuamente sonriendo con una dentadura blanquísima esperando solamente la orden de su amo para pasar a la acción… Shakti pensó “Mira, por lo menos es un hombre inteligente, se busca a un semental dirigible y manipulable para poder hacer con él lo que le parezca y así atraer al mayor número posible de mujeres…”

Un poco cansada de tanta charla de tratante, Shakti habló de subir al apartamento. En aquel momento nuestro caballero dejó de ofertar su mercancía y empezó a curiosear en la vida de la mujer, quien, amablemente le ofreció algunas generalidades por no parecer descortés pero que empezó a sentirse molesta por el intento de cotilleo. Después y sin decidirse a subir quiso indagar más y más acerca de la rareza de una mujer que no tuviera guía espiritual. Siguió con un repertorio de consecuencias morales y posibles peligros para la fémina que se atreviera a vivir fantasías y/o aventuras si no era capitaneada por algún varón. Finalmente, le preguntó abiertamente que qué haría ella si en algún momento se encontrara en una situación peligrosa con ellos o en alguna otra aventura. Y Shakti que ya estaba echando humo por las orejas de puro cabreo ante tanta tontería, le dijo, con total sinceridad, que si se encontrase con algún problema o alguna situación que considerara peligrosa, echaría mano del móvil que iba a dejar en la mesilla de noche y que llamaría inmediatamente a la policía.

El caballero mudó de color, de un saludable bronceado playero al blanco verdoso. En aquél momento cambió de conversación y dijo que había sido muy agradable conocer a Shakti y que una vez se habían conocido, podían quedar, por ejemplo al día siguiente a la misma hora. Nuestra amiga dijo que sí mientras observaba cómo aquella pareja surrealista se alejaba, el senegalés sin entender ni jota, pero volviendo la cabeza hacía Shakti todo el rato y sin perder su impresionante, inmaculada sonrisa.

Ni que decir tiene que al día siguiente no aparecieron. Nuestra amiga se cansó por el momento aunque posteriormente, a lo largo del tiempo, tuvo oportunidad de hacer un trío, varios tríos y de comprobar la diferencia de funcionamiento de los hombres cuando tratan con otro hombre.

Aunque eso ya es otra historia, o como diría mi abuela, harina de otro costal.

Y percibiendo que apuntaba el día Sherezada calló discretamente.
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LOS JUEVES -O LOS VIERNES- MILAGRO
Posted:Oct 4, 2009 2:02 pm
Last Updated:Dec 12, 2009 9:56 am
3320 Views

El último novio de Shakti, socarrón e irreverente provocador compulsivo, le dijo en una ocasión “¿Tú has tenido muchos novios, verdad?” “No sé por qué lo dices..." Respondió ella, siempre delicadamente irónica. “Bueno, y tú ¿Cuántas novias has tenido?”

Por toda contestación el hombre puso delante de las caras de ambos las manos y con la palma hacia arriba juntó y separó los dedos en un puñadito... De novias, supuestamente, soltando aquella risotada lobuna, salvaje y contagiosa que tanto gustaba a Shakti y terminando los dos en carcajada limpia.

Novias y novios, comenzó a reflexionar nuestra amiga a raíz de esta pequeña conversación. Ellos preocupados en la mayoría de las ocasiones de complacer, de hacer buen papel y sobre todo, de resultar buenos amantes. En gran medida para recibir el elogio de Shakti y también para hacer crecer unos centímetros... La autoestima, ya que no otra cosa y pensando que lo fundamental buenas técnicas y herramientas, sobre todo esto último. Más o menos como el buen profesional de la fontanería. Con un culto al pene rayano en la idolatría que nos hace a unos y otras sobrevalorar el tamaño. Pero ¿Y las novias? ¿Se han tomado alguna la molestia de pensar si o no buenas amantes, les importa complacer o para su autoestima es más que suficiente saberse deseadas? Me temo que en muchísimos casos así es y con eso les sobra...Y más... ¿Se les ha ocurrido a ellas y ellos medir la profundidad de sus vaginas o es que como no se ven no somos capaces de valorar que las hay más y menos profundas? ¿Y qué pasaría si insertáramos un pene king size, de esos que parece que anulan al hombre del que salen, sin mucho cuidado, en una vagina talla M? Pues que dolería, o sea, que no daría placer, o sea, que no es oro todo lo que reluce, o sea, que el tamaño sólo impresiona, pero de verdad, de verdad, de verdad, no importa. O importa, porque es un inconveniente más que una ventaja.

¿Y entonces qué es lo importante? ¿Cuál es la clave para satisfacer a una mujer, para ser el mejor amante? Y ¿por qué hay que ser el mejor y no simplemente todo lo buena o bueno que uno o una pueda ser sin medirse con nada ni nadie? Como no es intención de Shakti dar lecciones sino simplemente contar historias y hacer pensar y además está segura de que las mujeres y hombres que lean estas líneas más que inteligentes para haber encontrado por sí mismas o mismos las respuestas, a este respecto sólo quiere ejemplificar este recurrente tema con un relato tan bonito como impresionante. Casi, casi, una historia de amor. La de uno de los mejores y más recordados amantes que nunca tuvo.

Cuenta Shakti ‒aunque Alá es más sabio y poderoso- que en una ocasión conoció a un caballero maduro, a punto de entrar ya en estado de pasa, que sin embargo poseía el enorme encanto de lo vivido en su rostro y su porte. Conservaba la estructura de quien ha gozado de un físico privilegiado, espaldas anchas y manos largas, mandíbula cuadrada, estatura muy por encima de la media y cabello muy blanco... Prototipo del hidalgo español en cuanto a maneras, educación e ideología, se prendó de Shakti quien en realidad poco tenía que ver con él pero que fue cediendo poco a poco a su cortejo, a medias halagada, a medias curiosa por conocer a semejante personaje tan alejado de lo que hubiera sido una pareja y a medias también interesada en saber qué era lo que tan poderosamente le había atraído de ella.

El hidalgo de los de lanza en astillero tenía por toda vida sexual la que con su única novia había disfrutado, ésa que le hizo salir del seminario, sí, del seminario habéis leído bien, y casarse virgen y que le había dado cuatro hijas a base de ir a las misiones unas pocas veces y unos pocos minutos cada vez en semana. Esa que después de muchos años de matrimonio se había ido en silencio dejándole en esta vida tan rara y tan llena de cambios...

Nada tenía nuestro andante varón para ser buen amante. No le acompañaba la edad, la experiencia ni la costumbre, poderoso lastre de tantos años. Ni técnica, ni herramienta... que era absolutamente normal. Sin embargo algo debía demandar en él la vida no vivida, los placeres no disfrutados y Shakti fue sin saberlo el puente por el que él pasó de la realidad a la otra realidad tantas veces fantaseada y deseada, y al mismo tiempo un amable reto a su madura virilidad.

Amable, sí. Amable le consideró Shakti y amablemente observó como en los primeros encuentros reproducía lo único que sabía hacer, vaciándose y desenredándose con rapidez de encima del cuerpo de ella. Amablemente le miraba risueña y él la amaba con las manos, los ojos, doliéndose y quejándose de su torpeza y deseando profundamente vivir y hacer disfrutar a aquella hembra.

Nada hizo Shatki más que saber estar. Nada hizo él más que guiarse por ese deseo y su capacidad de amar. Poco a poco, sin palabras, aprendió cada centímetro de la piel de la mujer, cada resquicio que le proporcionaba placer y estudió sin saberlo la profundidad de cada uno de los suspiros de gozo de Shakti, casi, casi, dice nuestra amiga clasificándolos del 1 al 10. Le crecieron dos manos más para rozar, tocar, pellizar... y hacía el amor mordiéndose la lengua hasta que finalmente no lo necesitó porque ya era otro. Él mismo no se reconocía y no hubiera creído posible esta metamorfosis un par de años atrás.

Mientras estuvo con él Shakti no pensó en ningún otro hombre ni más joven, ni más... ¿Dotado? Qué absurdo... El mejor amante que nuestra amiga conoció solo tenía de extraordinario la devoción a su pequeña diosa y jamás pudieron hacerle sombra novios posteriores ni anteriores.

Lo que os decía, casi una historia de amor... ¿O no?

Y en aquel punto Sherezada advirtió la llegada de la aurora y calló discretamente.
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INTERMEDIO. VISITE NUESTRO BAR.
Posted:Sep 12, 2009 1:56 am
Last Updated:Nov 20, 2009 2:17 am
3536 Views

Mi amiga Shakti se quería ir a Castellón porque había una concentración de Harleys y es una fetichista de las motos, me dice que le ponen como una perra en celo, así que mientras se va o no y viene y me sigue contando sus historias, haré un paréntesis.

Es frecuente que surjan confusiones entre el concepto de erotismo y el de pornografía, y bastante habitual que en todo tipo de productos comunicativos se abuse de lo pornográfico porque parece que es lo que más tira, lo que más gusta, lo único verdaderamente importante y que todo lo demás es relleno que retrasa el ir directamente al grano...

Bueno, desde mi punto de vista de mujer y sin descartar lo porno-"gráfico" que es eso, una descripción casi dibujada y explícita del sexo, creo que donde de verdad adquiere calor, intensidad y coherencia, donde realmente se hace tangible y creíble es en medio de una situación erótica y que los cambios de ritmo y de intensidad constantes entre lo erótico y lo pornográfico lo que crea una tensión que arrastra a degustar el placer sin dificultad y sin límites.

Lo pornográfico sacado de contexto es como la carne cruda sin cocinar, sin sazonar, sin acompañamiento, sin la bebida adecuada y en soledad... A mí personalmente en la mayoría de casos lo único que me provoca es una carcajada o una curiosidad casi cientifica alejadísima de cualquier sentimiento sexual y/o sensual.

A este respecto y para compartirlo con todos y todas os ofrezco una deficinión de Erotistmo de d. Camilo José Cela, en su Enciclopedia del Erotismo con el que estoy plenamente de acuerdo:

“Erotismo es el apetito sexual contemplado en sí mismo o en función de fijar su atención o despertarlo en el sueño. El Erotismo es la exaltación ‒y aún la sublimación- del instinto sexual, no siempre ni necesariamente ligada a la función tenida por sexual en el habitual uso de las ideas y las palabras. La actividad sexual condicionada por el instinto de reproducción es característica propia de los animales sexuados; en el hombre este sometimiento se hace más complejo puesto que sobre él incide toda una dialéctica del deseo que complica los muy prolijos vericuetos por los que pasa la sexualidad que llega a convertirse en soporte ‒consciente, inconsciente y aún rechazado- de toda su actividad... De hecho, el Erotismo es una de las urdimbres del tejido social en tanto que parece estrechamente vinculado a los polos pulsionales de la vida; de ahí su firme vinculación con las religiones, las artes y el pensamiento cuya trama, por otra parte, no es sino la la experiencia interior de cada individuo, su modo de conjugar deseo, líbido y necesidad, en alianza siempre presidida ‒en su más remoto horizonte- por la inevitable y más radical ilusión: el amor.”

Bonito ¿Verdad? Hay que ver este señor tan malhablado, qué sensible podía llegar a ser. No sé si estáis de acuerdo con su definición, si os decantáis más por lo erótico, por lo pornográfico....

Besos.
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EL HOMBRE TRANQUILO
Posted:Jul 31, 2009 3:17 pm
Last Updated:Aug 27, 2009 1:35 am
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El joven y fogoso amigo de Shakti se dejaba guiar. Con unos ojos inmensamente inocentes, profundamente azules, perdidos en la inmensidad de los placeres que le deparaba continuamente la vida, ofrecía sin descanso una hermosa verga que cabalgar a la difícilmente saciable Shakti y al universo femenino que ambos consentían y satisfacían. Aquel mástil sobre el ella que se retorcía, que devoraba, que la llenaba y que succionaba con su hambriento yoni era al mismo tiempo el de su hijo y su amante, tal era la relación de confianza y complicidad que les unía y con la morbosa ascendencia de una madre sobre su hijo se entregaban.

Ella proveía para su cachorro y le enseñaba el arte de la caza con delicadeza, sugiriendo y mostrando, sin rebatir el papel de quien por la osadía propia de la juventud se suponía ya maestro y cuyas iniciativas, sin embargo, eran capaces de emborracharla de licor de machos.

Aquella noche iba a traer un trofeo diferente de cuantos habían conseguido hasta el momento. Shakti había elegido presa y desplegó el ritual de acecho, indicando apenas a su amigo una de las estrategias que habitualmente utilizaban. Él, imposible ignorar su imponente estatura y sus grandes y dulces ojos, se situó frente a la mujer, pequeña, delicada, muy femenina, rubia, coqueta, con falda y un tacón discretos y empezó a rodearla, bailando los dos cada vez más cerca, seduciéndose despacio mientras se sonreían, ella encantada y tímida; él pícaro y atrevido. Shakti se aproximó despacio al hombre, impecable cabellera blanca peinada a raya, traje cruzado azul marino abotonado y corbata clásica a pequeñas bandas. Espalda ancha, bien formada, facciones angulosas y masculinas, muy atractivas. No se hizo de rogar y caballeroso la tomó por la cintura y la aproximó, bailando cada vez más y más cerca, hasta que las caderas de los dos tomaron el mismo ritmo. Comenzaban a hablar los cuerpos, los sentidos se abrían cada vez más dando paso a sensaciones un poco más profundas, cada vez un poco más... Shakti miró de reojo los avances de su compañero de juegos y su espalda curvada abrazando el cuerpecito delicado de la mujer mientras sentía en el suyo los brazos, el vientre, la pujante virilidad del hombre, complaciéndose doblemente con lo que veía y sentía y se relamió, anticipando, dispuesta a empezar a devorar la pieza, a clavar sus marfileños colmillos y a desgarrarla con suave zarpa de terciopelo.

En aquel momento el hombre se distanció un poco, se acercó a la mujer que le acompañaba y la tomó de la mano apartándola del muchacho e invitando a todos a tomar asiento. Se presentó, dijo su nombre y el de la mujer y explicó que él no venía a hacer ningún intercambio. Sólo quería dos chicos para que fueran preparando a su mujer, para que la calentaran bien y que cuando ya estuviera en su punto, él rematase la faena…

Shakti y su compañero se replegaron y redirigieron sus energías hacia otras piezas con las que nutrirse y disfrutar, comprobando a lo largo de la noche que el hombre decía la verdad.

Acodado sobre la barra del bar, tomando una copa con calma sin desabrocharse el traje ni despeinarse, charlaba con el camarero mientras al fondo del local en un cuartito con la puerta entreabierta se podía ver y escuchar cómo su compañera disfrutaba de las embestidas de dos jóvenes novillos que la sujetaban, la perforaban y la llevaban a la gloria con dos lingham del tamaño de una banana madura.

Cuando terminaron y salieron sudorosos, el hombre entró en el cuarto y se desvistió mostrando por la puerta entreabierta un cuerpo de huesos fuertes y musculatura trabajada que las luces indirectas del cuarto hacían resaltar mostrando una escultura de Rodin dinámica que sirvió y satisfizo al cuerpecito pequeño y curvilíneo que contrastaba agradablemente con el suyo. Igual que los que le habían precedido, la honró, la sirvió y tras el ritual depositó su ofrenda en el altar de carne del vientre de su acompañante..

Se vistió, salió con calma y buscó a Shakti y su muchacho para invitarles a tomar algo. Interrogada por la inagotable curiosidad de Shakti, la mujer dijo que ésa era su práctica habitual, que les encantaba usar a los chicos como pañuelos de usar y tirar, limitándoles el tiempo y el momento justo en que debían irse. Que ése era el juego y ellos entraban en él conociéndolo y disfrutándolo…

Con el caballero la conversación tomó repentinamente un giro instructivo, porque bondadosamente decidió adoptar momentáneamente como pupilo al compañero de Shakti, con lo que le ofreció todo tipo de consejos para cocinar y aderezar cualquier relación simple, compuesta, directa o inversa. Mientras el muchacho atendía con la boca entreabierta, Shakti escuchaba y callaba. Con su chaqueta cruzada cerrada, perfectamente colocada de nuevo corbata y cabello, finalizó el repertorio de consejos exponiendo la teoría de que en realidad, todas las mujeres que iban a locales como aquél eran tortilleras dispuestas a cualquier guarrada, abundando en un creciente y enraizado desprecio hacia la mujer activa, independiente y lúbrica que él decía constituía el grueso de la fauna femenina que pululaba por aquél hábitat…

Mientras el joven acompañante de Shakti tomaba nota sin pestañear, ella reflexionó profundamente en aquel personaje y la impresión que le había causado. Sobre todo en cómo era posible adorar y despreciar al mismo tiempo la figura femenina de una manera tan elaborada… y se preguntó si la mejor pieza de la noche no sería aquel estereotipo de varón español, de edad y educación homogénea y si no sería aquélla teoría una de las maneras habituales de resolver la dualidad y el conflicto que representa para el hombre medio la adoración y el miedo de una figura femenina cambiante, evolutiva, que avanza,… quizás con el tiempo, pensó ella sonriendo para sí misma, llegaré a tener material suficiente para un estudio sociológico en profundidad de la sociedad española…

Sahkti decidió en aquél momento reflejar ese encuentro para general disfrute y dejarlo en alguna ocasión a la reflexión de cada cual. Este pequeño relato que nos ofrece es el resultado de aquella decisión…

En alguna ocasión más volvió a ver a aquél hombre, acodado tomando su copa y charlando con el camarero…

Aunque esto ya es otro cuento…

Entonces, Sherezada (perdón, Eva) vio que se aproximaba la mañana y calló discretamente.
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ANOCHECE, QUE NO ES POCO...
Posted:Jul 24, 2009 12:58 pm
Last Updated:Nov 20, 2009 1:37 pm
3908 Views

(Inspirado por el Marino Portugués)

Nadé un rato en mi piscina de agua tibia permitiendo que los pensamientos fluyesen con cada brazada y escuchando el sonido de mi cuerpo cortando el agua. Al salir, me sequé apenas lo suficiente para no mojar el suelo dejando que mi cabello largo y rojizo se rizase en plena libertad. Perfumé la parte posterior de mis lóbulos, la parte interna de mis muñecas, codos y muslos, allí donde las venas laten y el olor se mezcla con el de la piel con unas gotitas de esencia de canela y me calcé las braguitas de encaje color champán, esas que tienen trasparencias en la parte delantera, tan delicadas que parecen de cristal y que se van a romper con sólo tocarlas, unas de mis favoritas de mi guardarropa de lencería. No pude por menos de echarme un vistazo en el espejo de la coqueta de mi dormitorio y mientras contemplaba girando la cabeza mi culito de manzana, mi cuerpecito de guitarra y esa proporción -¿áurea?- entre mi cintura y caderas que dicen ser la esencia universal del atractivo femenino en toda raza, época y cultura, me tiré un beso por encima del hombro, como quien tira una herradura a su espalda para tener buena suerte.

Ya la había tenido, ciertamente, pero estaba nerviosa y no era para menos. Durante tres largos meses me había estado cortejando aquél que hoy iba a conocer. Me había estado mandando encendidas cartas, hermosos poemas, orquídeas malvas y blancas y colibríes tornasolados para que revoloteasen en mi invernadero. Conocía mi música favorita y había investigado durante ese tiempo sobre mí todo lo que yo le había dejado y mucho más, exhaustivamente, constantemente, con la testarudez perdonable del macho que persigue el rastro oloroso de una hembra en celo. Y sin embargo, sabía yo mucho menos de él. Que no era occidental. Que en su país era un líder entre los líderes. Que era maestro entre los maestros de varias artes milenarias, del conocimiento y de la lucha. Que era concertista y pintor. Que era un guerrero y un hombre de estado. Por eso su identidad y su rostro no debían ser revelados más que a la escogida, a la seleccionada, a la designada para ser su compañera, su amante, su esposa.

Quién me iba a decir a mí que iba recaer semejante honor sobre mi persona. Al parecer sin ser yo consciente reunía todos los requisitos: ser occidental, blanca, mi peso, estatura, edad, mis resonancias hacia el arte, mi sensibilidad, mi... pero lo definitivo habían sido esos cuatro lunarcitos de mi espalda, esos que forman un pequeño rombo a la altura las lumbares los que me señalaban inequívocamente. Yo, que siempre me quejo de los lunares y pecas que florecen en mi piel cuando me envuelve el sol del verano...

Me decía que no me preocupara por la diferencia de culturas, que yo era la elegida, la señalada y que así debía ser... aún así, mi opción de conocerle era libre... y ahora por fin había llegado el momento.

Me puse el vestido de seda siena, el cruzado por delante que tapa apenas mis pechos, el de la abertura lateral, ese que se ciñe a mi cuerpo tanto que marca la conchita de mi ombligo, el que nada evidencia y todo sugiere para el buen observador y esperé, recostada.

Ensoñando mientras venía lo imaginé. Era moreno, era lo único que sabía, y llevaba el pelo largo ¿recogido en una coleta? Posiblemente. El cuerpo de un guerrero... le pedí que me dejase contemplarlo. Llegó completamente desnudo, sólo con un collar con un amuleto de plata. Era más bien alto y delgado, de piel curtida por el sol y con unos huesos fuertes y sólidos que sujetaban un cuerpo suavemente musculado por el ejercicio. Fui dando vueltas a su alrededor, curiosa, cada vez más cerca, admirándolo. Una proporción triangular de espalda-caderas perfecta. Unas manos y brazos trabajados y ligeramente nudosos, con venas que afloraban y latían. Un cuello fuerte, tenso, noble. Una nariz poderosa, aguileña, penetrante, dividía un rostro de mandíbula cuadrada y ojos oscuros, sombreados por espesas cejas, que se entendieron inmediatamente con los míos. Unos ojos que me hacían reconocer a un igual a mí. Eso fue lo máximo. Era como yo.... era reconocerme en sus ojos como si yo hubiera nacido varón y él hembra...

Como atraída por un imán empecé a fotografiar con las yemas de los dedos su cuerpo. Empecé por la nuca, continué por los omóplatos y no pude resistir al placer de dibujar con la palma de la mano toda su espalda, sintiendo cada tendón, cada músculo, las vértebras que apuntaban suavemente, la piel ligeramente áspera... llegué a unas nalgas escasas y bien formadas y me arrodillé para sentir la parte posterior de los muslos y unos gemelos bien formados. Me colé como una gatita entre sus piernas medio abiertas y continué notando los tobillos, el ligero vello de la piel, el fémur, las rodillas, los muslos. Me puse de pie frente a él y evité con mucho trabajo un lingham erguido y poderoso que ya estaba deseoso de que lo cabalgara. No dejé que mi pubis lo rozara y continué haciendo mi particular video táctil que luego almacenaría en mi memoria para visionarlo y rumiarlo, subí por su cintura, su pecho y recorrí cada una de sus facciones para que nunca, nunca jamás se me olvidara aquella cara... para entonces todo el vello de mi cuerpo estaba erizado y mi feminidad abierta como una rosa rebosante de rocío, plena, turgente.

Él no pudo resistir más, me tomó con delicadeza y fuerza y me aproximó hasta que no hubo distancia entre los dos. Me pegué a su vientre y me dejé hacer. Me retiró el pelo de la nuca y me besó, me lamió, me succionó... hasta que me retorcí y gemí sin poder soportar tanto placer ¿por qué sabía él que a mí eso me volvía loca más que ninguna otra cosa? Me quitó el vestido y tomó mis incansables y viciosos pezones rozándolos apenas unas veces y otras con una fuerza eléctrica. Mientras sus manos y sus brazos hacían su particular diseño de mi cuerpo yo sentía en mi vientre su lingham y deseaba tanto poseerlo, tenerlo, que le pedí a él justo lo contrario; que no me penetrara ahora... que lo hiciera sólo cuando se lo rogase, cuando se lo suplicase, sólo cuando el deseo alcancase una cota insoportable. Su boca y su lengua pedían a la mía alimento constantemente e iban desde ella a buscarlo a mis pezones siempre generosos, siempre preparados, siempre generando placer.

Sus manos me abrían y buscaban un yoni chorreante. Le susurré que lo abriera y lo cerrara tomándolo de los grandes labios, y el, acariciando con mucha suavidad toda mi vulva lo hizo, arrebatado de placer y deseo junto conmigo. Mis piernas flaqueaban un poco y me abrí más descansando el peso en las rodillas, pero seguí pidiéndole más y más.... guié su mano para colocarla con suavidad exactamente debajo de mi perla rosada y él me acarició justo ahí donde le pedía, con suavidad, con insistencia.

Las ondas iban llegando desde el infinito a mi, lejanas primero, aproximándose con rapidez como un caballo a galope tendido después y desbordándome a continuación, salpicando gotas saladas en toda mi piel. Yo aullaba como una loba y él me seguía acariciando mientras yo me apoyaba en él para no caer. Sentía que mi placer era el suyo y que estaba controlando a duras penas su necesidad de entrar dentro de mí. Poco a poco, su insistencia dio frutos y una nueva ola de placer me arrebató del mundo, llegando muy alto, bajando muy despacio....

Inmediatamente después la necesidad imperiosa de tenerle dentro de mí, de que se me hundiera, de succionarle, de sacarle el preciado licor de hombre. Se lo supliqué, se lo rogé, me retorcí de deseo, incapaz de concebir una necesidad más absoluta. Me sujeté a su cuello y él, que no deseaba ninguna otra cosa más en el mundo, me tomó de las piernas y me las colocó en su cintura a la que me abracé como la hiedra al tronco del árbol. Sujetándome por la espada con firmeza pero suavidad, me llevó a la cama, me abrió los muslos y retiró mis empapadas braguitas dejando que el buen conocedor del camino lo encontrase por sí solo. Hizo una primera penetración lenta, profundísima, que me llenó de él y luego se complació en un ritmo que alternaba la suavidad y la superficialidad con la profundidad y la firmeza.

Cada uno sus golpes me hacían más y más hembra. Cada uno resonaba más y más en mi con el eco de todas las mujeres que han deseado y que han sentido y de todos los hombres que les han hecho desear y sentir y que las han sentido y deseado.

Mi compañero vibraba. Le notaba. Su placer era el mío. Deseaba que siguiera siempre y él no se apresuraba, se deleitaba, se enamoraba con mi cara arrebatada de gusto, transfigurada de placer, seguía sólo por verme disfrutar. Pero yo le succionaba, le apretaba, le besaba con mi yoni mojado que esparcía un aroma dulce y penetrante, deseaba también irracionalmente su esencia, deseaba ser su tacita de leche, su frasquito de perfume, su pequeña botellita de licor, y tanto lo pensé y lo desee que finalmente él jadeando, gimiendo, perladas las frentes de ambos de sudor, me ofreció su regalo y yo recibí su presente, orgullosa de guardarle en mi interior.

Resoplando felices y agotados como dos caballos que han hecho un largo viaje, nos entrelazamos y nos enroscamos sobre nosotros mismos. Yo ya sólo pensaba en descansar y en darle placer a continuación, cómo le acariciaría, cómo le lamería, como...

...¿Cómo es posible que me haya dormido? Pensé. La puerta de la habitación comenzó a abrirse y en un momento, retomé la conciencia. ¡Estaba llegando! Flanqueado por lo que debían ser dos ayudantes su perfil se recortó enmarcado por el quicio de la puerta. Su cara blanquísima parecía un pan a medio cocer, abombado y con dos rayitas oblicuas que debían ser los ojos. Dos agujeros señalaban una nariz ínfima que se enterraba entre los prominentes mofletes y su cuerpo... sí, era semejante a la luna llena como me decía en sus escritos... pero en sentido literal, aunque él evidentemente estaba orgulloso de su morbidez que tan cuidada debía haber sido para llegar a ese extremo. Sus pechos eran más grandes que los míos y sus brazos mucho más gruesos que mi cintura. Sus muslos entrechocaban entre sí y sus nalgas flotantes, abundantes, estaban apenas tapadas por el traje típico del luchador de Sumo. Si, era un maestro entre los maestros, sí, era un guerrero, sí, era un hombre de estado, sí tenía el pelo oscuro y atado en una coleta...

Para terminar de completar la aparición y sumirme por si aún no había llegado, en el estado de pánico, ceñían sus muñecas dos bandas color verde hierba que tenían cosido un enorme pompón del mismo color y que se movían graciosamente cada vez que él agitaba las manos, cosa que hacía muy a menudo...

Me explicó sin que la expresión de su rostro cambiara un punto que me amaba, que me iba a hacer enormemente feliz en su país porque era el mejor instrumentista, el mejor poeta y el mejor compositor de su época y que amenizaría todas nuestras veladas con lo que era imposible que yo me aburriera jamás... Me dijo igualmente que hoy debían estar sus dos ayudantes presentes en todo momento con nosotros para dar fe de que nuestra primera unión había tenido lugar, que no me inquietara en absoluto por ellos.

Lo interpreté como una declaración de buenas intenciones y me dije... bueno... la belleza está en el interior... el hombre y el oso ya se sabe... a lo mejor, no se le nota pero tanta erudición, sabiduría y poder acumulado tienen que dar lugar a una persona exquisita... Eva, dale una oportunidad...

Y me acerqué a el con suavidad, y poco a poco, con dulzura, fui acariciando su nuca abombada, su espalda acolchada por una capa de grasa y revestida de una piel fina, explorándole, provocándole, despertando su deseo e intentando a toda costa despertar el mío... y al cabo de 5 minutos imperturbable como siempre me dice que me aligere, que no tiene más que dos horas para estar conmigo porque cuestiones más importantes le reclaman con urgencia, que ya me puedo desvestir y que él se va a quitar su escueto traje...

Y hasta ahí podíamos llegar, Passion Le dije que por favor se fuera, que podía ser todo lo ilustre, importante y maestro que quisiera, pero que yo quería y necesitaba mi tiempo, y que sin eso, ninguna otra felicidad material me podría colmar. Así que lo empujé con un pie ‒con fuerza, porque si no ni se enteraba- y le dije que se fuera. Él se dio la vuelta y se marchó, temblando las carnes de su espalda y meneando su enorme trasero, mientras agitaba furioso las manos y los pompones...

Entonces me desperté. Me reí de todo lo que había soñado. Eva... si esto es una página de contactos, no te va a pasar nada de esto (....) y estás mezclando unas y otras historias con tu miedo de encontrarte... un luchador de Sumo y con aquella otra historia surrealista pero real que te sucedió en aquella casa de peón caminero reconvertida en comuna agrícola, con aquel yogi que... aquél aprendiz de gurú que... pero eso ya es otro cuento, o como diría mi abuela, harina de otro costal.

Y Sherezada (digo Eva) viendo que alboreaba el día calló discretamente...
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